
Confidencias de un Letrado de Justicia. Capitulo 7: La Inspección
Cuatro meses habían pasado ya desde la noticia que le soltaron una mañana fría de diciembre del año anterior. Livio acaba de ojear la página web del CGPJ, curioseando el plan de inspecciones. El Juzgado de Severo estaba en la segunda tanda, de los primeros agraciados para primavera. Sintió una punzada fuerte en su estómago al oírlo. Las inspecciones son algo con lo que todos los Letrados de Justicia, antes o después, tienen que lidiar, eso lo sabía. Pero no era necesario conocerlas tan pronto, j****.
Al volver al Juzgado fue rápido a dar la buena nueva a Carlos, el Juez. Mudó el color y apenas pudo articular palabra. Empezamos bien, pensó. Después reunió a todo el personal. Ya se había incorporado el Gestor que estaba de baja, el Auxilio seguía missing. Trató de estar calmado y transmitirles seguridad: no preocuparse demasiado, se trata de poner al día los procedimientos y hacer unas cuantas relaciones, les dijo con su mejor sonrisa. Los dejó murmurando. Enseguida se metió en su despacho y llamó a Fortunata. Este asunto necesitaba de comunicación oral, nada de chatear. Su voz cálida le tranquilizó.
A ver, es un buen marrón, Severo pero antes o después tenías que enfrentarte con una inspección, mejor ahora que eres joven, se rió. La inspección, en teoría, es al juzgado pero parece que el CGPJ, que curioso, al que inspeccionará es a ti. De manera que tendrás que elaborar una serie de listados e informes. Son muchos datos los que te piden. Es imprescindible que todo el mundo, también el juez, colabore en recopilarlos y dártelos. Si no dejas claro eso desde el principio, irás mal. Pronto te llegará un correo electrónico con varios ficheros adjuntos. Ahí comenzará tu trabajo y ya no pararás hasta que veas marcharse a los inspectores.
El correo llegó la semana siguiente. Venía dirigido a él -y en cola también al juez-. Como le habían prevenido, le adjuntaban una serie de cuadros con indicaciones a cumplimentar. Un mamotreto de más de 40 páginas. Le pedían información detallada de todo tipo. Desde movimiento de asuntos, hasta la distribución del trabajo entre el personal, incluso sobre los medios materiales; con asuntos como la salubridad de las instalaciones o la accesibilidad para discapacitados. El sudor y la risa nerviosa salió a la par.
Desde que tomó posesión en el Juzgado nº 2, intentó que el Sistema de Gestión Procesal estuviera actualizado. Fortunata había insistido mucho en el asunto. Era crucial que la situación real de los procedimientos fuese la que reflejara el Sistema Informático correspondiente. La otra opción era contar palitos, el camino más directo hacia el caos. Hubo que presionar mucho a los funcionarios para que se acostumbraran a rellenar todas las opciones de los sistemas, para que actualizaran las fases y estados. Ahora todo el mundo se frotaba las manos. Los listados de Previas, Ordinarios y Verbales salían como churros de los ordenadores. Por números, grupos de trabajo, situación procesal. Registrados, reabiertos, resueltos, pendientes… Y lo mismo con el Siraj y resto de aplicaciones.
Mes y medio antes de la inspección tuvo que mandar todos los cuadros al CGPJ. Fueron meses de mucho trabajo para Severo. Los funcionarios hicieron su parte, también el juez. Pero fue Severo quién tuvo que coordinar todo. Hacer los informes y relatos explicativos. Aglutinar y cuadrar los números que cada uno le soltaba -no querían saber mucho más- en esas listas/cuadros infernales.
Bien pensado, esas inspecciones -y todas las que conocía- eran, como mínimo, una pérdida de tiempo. Si el CGPJ o cualquier Tribunal Superior quería conocer la situación del Juzgado solo tenía que acceder al Sistema de Gestión Procesal y a la Estadística Judicial que trimestralmente le exigían. Sin avisar, sin preparaciones, a bote pronto, asomarse a la sala de máquinas de las Oficinas Judiciales para saber qué hacía o no hacía cada uno de sus integrantes. No era el momento de hacerse mala sangre, se terminó el café y salió corriendo para el Juzgado.
Llegaron puntuales a las nueve de la mañana. La Inspectora delegada y la Letrada Judicial. Ninguna cumpliría ya los 45 años, tampoco les hacía falta. De trato exquisito y conocedoras de su trabajo, enseguida tomaron posesión de los despachos de Carlos y Severo. Empezaba el baile. Pedían a Severo causas determinadas que éste su vez pedía a los funcionarios. Igual con Carlos. Hicieron consultas de todo tipo a todos, desde al Auxilio hasta el Juez. La mañana pasó con lentitud. A la hora de comer, les propusieron acercarse a un restaurante cercano. Fue una comida de trabajo cordial pero desigual. Es difícil estar del todo cómodo con quién tiene como trabajo revisar el tuyo. Siguiendo una costumbre forense inveterada, los inspeccionados -además- pagaron la cuenta, después de vencer una tímida resistencia de las inspectoras. Vuelta al Juzgado. Tres horas más de idas y venidas de causas y relaciones. A las ocho dieron por concluida la inspección. Se despidieron de todos, dando la mano y las gracias. Además felicitaron a una Gestora y a dos Tramitadores por su excelente trabajo. A Carlos y a Severo un par de besos y que ya recibirían el acta. Entre susurros, también les dijeron que se iban contentas.
El Juzgado se vació 15 minutos después de autofelicitarse, satisfechos de -por lo menos- haber terminado. Mientras recorría los escasos ochocientos metros hasta su casa, Severo se debatía entre la alegría por haber superado la primera inspección de su vida profesional y la tristeza de comprobar la soledad que tuvo al enfrentarla. Al día siguiente, al llegar a su despacho, recibió una llamada del Secretario Coordinador, Agapito del Altovuelo. ¿Qué, cómo fue la cosa Severo? Espero que hayas dejado alto el pabellón del partido judicial, ya sabes que lo que necesites aquí me tienes…