Confidencias de un Letrado de Justicia. Capitulo 3. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
Recién instalado en su nuevo piso de alquiler Severo aprovechó para dar un paseo por la playa, a él, que venía de una tierra sin mar, la posibilidad de salir del Juzgado y darse un chapuzón le atraía, especialmente en verano después de la guardia.
Mientras paseaba por la arena, casi desierta al caer la tarde, recordaba sus tiempos de opositor, los tiempos de la facultad quedaban ya lejanos, aunque no habían pasado más de cinco años desde el acto de graduación los libros, las aulas y las conversaciones interminables con los amigos parecían cosa de otro tiempo. “Lo que más rápido pasa es el tiempo”, le decía siempre su abuela, aunque le costaba entender la frase cuando decidió adentrarse en el mundo opositoril, ahora cobraba todo su sentido.
Su primer día del preparador le traía mucha similitud con su primer día de Facultad, un joven recién salido del instituto se había trasladado a otra ciudad para adentrarse en un edificio que le parecía inmenso, desconocido y con un toque señorial. Todo era nuevo, pero el paso del tiempo hizo que aquella edificación construida en la postguerra, que ya tenía sala de vistas para que los alumnos hicieran simulaciones de juicios, fuera un lugar agradable al que volver.
Allí estaba él, en casa de su futuro preparador esperando mientras una compañera realizaba su cante. ¡Qué rápido habla!, pensaba, ¿lograré yo hacerlo así? Miles de dudas le asaltaban aunque la conversación posterior le tranquilizó. Disciplina, estudio y constancia diaria, algo que iría comprobando a lo largo de sus cinco años como opositor. El paso del tiempo le añadiría una más, caer y levantarse, pese a llevar los temas al día y haber pasado el test el primer suspenso llegó, junto con otro edificio que en su primera visita le pareció espectacular, el situado en la Plaza de la Villa de París.
Si en sus tiempos de estudiante abundaban las ofertas de empleo, el comienzo de las oposiciones vino marcado por la crisis económica que supuso una congelación de las convocatorias y una disminución de las plazas ofertadas. Pero al igual que la canción, una de las más reproducidas durante los viajes semanales al cante, la consistía en resistir, y Severo resistió.
Una etapa que fue más llevadera gracias a su familia, el apoyo incondicional de sus padres y abuelos, y sus amigos, especialmente los de la oposición. Una de sus mejores amigas de la facultad había decidió seguir los mismos pasos y aunque, en ciudades distintas, se sentía comprendido como opositor, a ella se unieron unos pocos opositores conocidos a través de las redes sociales.
La alarma del móvil le devolvió a la realidad, tenía que ir a casa a preparar la cena.