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Letrados de la Administración de Justicia

CDR, 0 – SERVICIO PÚBLICO, 1. Por Jaume Herraiz

Jueves, 21/02/2018.

Hoy, en Cataluña, han vuelto a organizar una “huelga general”, promovida por un sindicato de ínfima representación. Y van…, pero tengo claro que nadie va a apartarme de mi compromiso de prestación de servicio público, en la Administración de Justicia, en el Servicio Común Procesal de Ejecución Penal de Girona.

Hoy, entre otros, tengo pendiente de iniciar la ejecución de una sentencia de la Audiencia que condena a un individuo que, pretendiendo matar a su mujer, casi incendia todo un bloque de viviendas. Está pendiente la legalización de la situación del preso, que pasará ahora a la situación de penado, para iniciar el cumplimiento de la pena de prisión. Está igualmente pendiente informar a la víctima de sus derechos en esta nueva fase procesal, dándole la oportunidad de intervenir en ella. Y, además, anotar la sentencia en el Registro de Penados, averiguar la solvencia económica del condenado, ordenar el destino oportuno de las piezas de convicción, etc. Y no pienso dejar pasar el día sin dejar listos todos los trámites.

Camino al trabajo paso por delante del Ayuntamiento de mi localidad. Sigue luciendo una enorme pancarta negra con la inscripción “FAKE JUSTICE”. Me pregunto, con una sonrisa, qué pensarían si en el balcón de mi casa coloco una pancarta con la inscripción “FAKE TOWN HALL”.

Al poco, un primer obstáculo. Unos coches atravesados en la carretera, en la rotonda de salida, nos impiden, a muchos ciudadanos que queremos ir a trabajar, salir del pueblo. No quiero que consigan su propósito de impedirme llegar al trabajo. Por carreteras locales secundarias y caminos vecinales consigo mi propósito y llego al despacho. Otros no han
tenido tanta suerte. A las 7 hemos tenido, ante el Palacio de Justicia, una manifestación de unos 200 exaltados, a los que los Mossos han conseguido ya hacer marchar del lugar.

El resto de la mañana transcurre con relativa, pero tensa, normalidad. Tenemos ahora vigilancia constante de vehículos de Mossos d’Esquadra a las puertas del edificio, desde que, en varias ocasiones, nos encontráramos con descargas nocturnas de sacos de estiércol ante dichas puertas, acompañados de panfletos insultantes. Y sin que la Consejera de Justicia haya dicho esta boca es mía, pese al importante gasto que ha supuesto tener que enviar equipos de desinfección, cual si de una guerra químico-bacteriológica se tratase y tener que soportar, trabajadores del edificio y ciudadanos que acudían a él, durante días, un olor apestoso.

El ambiente es tenso. Desde hace tiempo, en Cataluña se ha roto la paz social, la convivencia se ha vuelto difícil y menudean los enfrentamientos, se han roto familias, se han roto amistades, hay distanciamiento. La Justicia está en el punto de mira de algunos que consideran que sus supuestos derechos pasan por encima de cualquier Ley y Constitución, así que la toman con cualquiera que forme parte de la Administración de Justicia. Me acuerdo muy a menudo de la compañera que se vio literalmente secuestrada en la Consejería de Economía, con ocasión de un registro con la Guardia Civil, y que tuvo que escapar brincando por tejados y azoteas, como si ella fuera la maleante. Es el caso más conocido de acoso a un compañero, pero ha habido otros, en los que compañeros se han visto perseguidos o amenazados por cumplir, simplemente, con sus obligaciones.

Aunque en menor grado que “en la calle”, ese clima de división también aparece reproducido en las sedes judiciales. Hemos tenido que convivir con lazos amarillos, hasta que un acuerdo de la Sala de Gobierno ordenó su retirada. Hemos tenido que soportar actos de gran hostilidad, gritos de “justicia española de mierda”, “justicia fascista”, y se nos ha deseado lo peor. Y todo ello aderezado con un acto semanal, de unos diez minutos, protagonizado por algunos funcionarios judiciales y funcionarios de la Generalitat del edificio, que salen a la calle a gritar por la libertad de los políticos presos, y en contra de la justicia, con pancartas y silbatos.

No obstante, cuando entro en mi despacho, intento abstraerme de toda esta situación. Procuro siempre conjugar el rigor y la profesionalidad con un trato atento a todos aquellos que solicitan hablar conmigo. Siempre he atendido a quien ha querido entrevistarse conmigo. Les recibo con un “Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?” Y atiendo con el mismo interés y buen trato a un conocido Abogado ultraizquierdista que a otro de extrema derecha, a un ciudadano con un lacito amarillo que a otro con un pin con la bandera española. Porque ese afán de servicio público no puede entender de colores, afinidades ni creencias. Pero ello no significa que me resulte indiferente la situación. Pese a todo, aparco la tristeza y hoy marcho a casa con una sonrisa. El servicio público se ha impuesto a la sinrazón: CDR, 0 – Servicio Público, 1.

 

Jaume Herraiz Pagès

Letrado de la Administración de Justicia

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