Confidencias de un Letrado de Justicia. Capitulo 4: Relaciones
No había forma de abrocharse los vaqueros. Esos pantalones le acompañaban desde que era capaz de recordar. La informalidad/comodidad se imponía en todas las salidas nocturnas. Ahora su cintura estaba ensanchando. Empezaba a recorrer la senda de los adultos con un lugar -bueno a qué negarlo- en la comunidad y eso tiene peajes que se pagan siempre. Trataría de recuperar la forma trotando, se mentía.
Era tarde. Terminó de calzarse las zapatillas, se alisó el pelo -no quiso mirar demasiado si se confirmaban o no las ligeras entradas que había visto hacía unos días- y salió pitando. Lucía, en la puerta, sonreía con algo de condescendencia: Severo y sus prisas de última hora.
Llegaron al “Garito” con 9 minutos de retraso. En la barra, esperándolos, Claudia y su pareja Felipe. Los jueces Carlos y Selene con sus respectivas parejas Andrés y Jacobo. Livio estaba de guardia. Con su jueza Susana, trataban de resolver qué hacer con un oficio policial pidiendo autorizaciones judiciales de investigación. Eran muy urgentes y la tarde se les complicó.
Se unirían si no se les hacía muy tarde, wasapearon, cuando se estaban sentando. El encargado les tenía reservada una mesa redonda en una esquina del pequeño local. Acababan de abrirlo. Cocina de calidad hecha por dos jóvenes profesionales recién licenciados en fogones de renombre. Lo recomendó una semana antes Jacobo que era el experto en los festejos del grupo. El aforo se completaba con 4 mesas más. Pidieron unas cervezas para comenzar. Las conversaciones y las risas llegaron con las bebidas. Tenían medio pactado no abusar de las conversaciones jurídicas fuera del trabajo. Menos aún con sus parejas, pero era difícil de cumplir. Claudia, Felipe, Andrés y Jacobo -ajenos al mundo del derecho- eran comprensivos en ese asunto.
No terminaban de decidirse. Los suculentos huevos rotos con gambas y angulas, además del codillo con mostaza de estragón y chucrut, eran platos seguros. El dilema surgió entre el tataki de atún rojo y el pulpo a la brasa. En esas estaban cuando vieron acomodarse en la mesa contigua a dos procuradores y un abogado, con sus parejas.
Buenas noches, se dijeron todos con cordialidad.
Después de cinco meses en el Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción nº 2, Severo ya conocía a casi todos los profesionales de su partido judicial. Tenía alguna relación con el Procurador Decio que frecuentaba su Oficina Judicial. A Nadia solo la conocía de verla en una reunión que mantuvieron con los Procuradores, recién llegados a sus destinos. Del abogado Pablo solo sabía que argumentaba muy bien en los juicios; también era extremadamente correcto y siempre utilizaba el término señoría para dirigirse a él o al Juez.
La cena se fue deprisa. A los postres, Pablo propuso arrimar las mesas para terminar la velada juntos. Era una propuesta amable. Claudia, Livio y Severo se miraron con complicidad. La realidad siempre se encargaba de que tuvieran que utilizar los consejos y recomendaciones de Fortunata. No hubo ninguna clase específica. Fueron retazos soltados allí y allá. Era un asunto complicado el de cómo relacionarse con Procuradores, Abogados, peritos y demás profesionales de su lugar de trabajo.
La estocada en la vanidad de muchos se dejó notar.
En otra de sus clases siguió con el asunto:
– Fortunata: Hay que ser cordiales pero sin pasarse. Cautos pero no unos ciezos de cuidado. Yo tengo algunos buenos amigos entre los profesionales. Pero eso no es obligatorio y mucho menos rápido.
Como bien sabéis hay que recibirlos en el despacho siempre que lo pidan, si es posible sin hacerlos esperar por comodidad nuestra. Algunas veces nos suministrarán información muy relevante de la Oficina Judicial que no nos llegará de otra forma. En la mayoría de los casos solucionar la cuestión jurídico/práctica que nos planteen será posible. Una buena relación profesional con los abogados y procuradores nos facilitará mucho el trabajo y ayudará a la buena marcha del Juzgado. Pero no confundáis esa relación con asesorar a una de las partes o dejar que os asesoren. La línea es fina pero no debéis traspasarla nunca.
Luego, con una sonrisa pícara, Fortunata terminó diciéndoles:
Tras la mirada cómplice, decidieron -sin decir nada- que sí, que esa noche era tan buen momento como cualquier otro para comenzar a integrarse en la pequeña comunidad jurídica de su ciudad. Claudia dijo que por supuesto; y con ayuda de un par de camareros se juntaron todos. Vinieron los cafés, algunas copas y la puesta en escena de la prueba de Fortunata. Solo Decio no la superó. Con la primera copa, como quién no quiere la cosa, le preguntó a Severo por un monitorio concreto que tenía pendiente en su Juzgado.